Soneto IV. Recato
Te ruborizas con una mirada
y te brillan esos preciosos ojos
como estrellas en una noche clara
iluminándose entero tu rostro.
Te encojes cuando te beso en la cara,
¿será por indiferencia o decoro?
Sólo sé que a mí me sale del alma
y que nunca dudaría en darte otro.
Y cuando te acaricio te estremeces
para luego relajarte y dejarte
para mirarme y luego enternecerte.
Entonces me miras, quiero abrazarte,
te abrazo, tú lo haces igualmente
y al final te acercas para besarme.
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