En el lúgubre vacío
que puebla la inmensidad,
a la luz de miles de ojos,
te acoge la oscuridad
del imperfecto infinito
que alberga la eternidad,
allá donde los amantes
ebrios de sinceridad
guardan su amor incólume.
Luz en la nocturnidad,
belleza de cuatro caras,
rítmica ritualidad,
señora de las mareas
y de la fecundidad,
compañera de la tierra
con amor y afinidad.
La lluvia llama a mi ventana,
acompañándola, el viento.
Siguen, persisten, me reclaman
y yo, temeroso, los contemplo.
Mientras tanto pasan las horas
y no me preocupa el tiempo,
me llaman cada vez más fuerte,
yo, preocupado, me inquieto.
Intramuros reina el caos
pues lo encuentro todo revuelto
y fuerte me asalta la duda
de si estoy tan bien aquí dentro
o quiero salir y ser libre
como son la lluvia y el viento.
Debato sobre lo correcto
pero pesan los sentimientos,
yo, viajero, quiero ir con ellos
quiero ser lluvia y también viento,
quiero ser agua y también aire
y libertad en movimiento.
